martes, 8 de marzo de 2011

MIEDO Y DESEO

El miedo tiende a paralizar nuestros reflejos y a bloquear el cuerpo. Son el miedo y la impaciencia, que no es sino otra muestra de miedo (a no llegar a tiempo, a no ser suficientemente rápidos, a no ser capaces de defender...) los que producen la mayoría de los errores que se cometen en la práctica marcial. La eliminación de estos miedos pasa por la práctica de la relajación muscular y nerviosa, la clama del espíritu, el desapego. La respiración vuelve a demostrarse como la herramienta fundamental para conseguirlo.
En los monasterios Zen de Japón se suelen practicar dos formas de ejercicios: en la escuela Soto Zen los practicantes toman la postura zazen y la mantienen sin moverse durante horas; el espíritu se ocupa solo de controlar la perfecta postura y la respiración. En la escuela Rinzai-Zen los practicantes en cambio se centran en la recitación de Koanes, frases o respuestas que pueden parecer sin significado al neófito.
Volviendo al miedo y al deseo, en el Zen se aprende a no desear, a no preferir y así no se encuentra uno desanimado o abrumado por la no consecución de cosas, sean materiales o inmateriales. Se evita elegir, porque ello implica el miedo de no acertar. Simplemente se deja que las cosas ocurran. Por eso no se busca la victoria o una técnica predeterminada que nos pueda llevar a ella: al fin y al cabo, las reacciones inmediatas, naturales, reflejas, son las que mejor resultado proporcionan. Una vez más, no debemos tener miedo a que el cuerpo no sepa reaccionar. Si se le ha enseñado bien (para eso son las repeticiones), el acto reflejo hará que la acción sea correcta. Si el espíritu no se detiene en nada, si es como un espejo que acepta todo y refleja todo, las imagenes pasan sobre su superficie pero no dejan rastro.
Conseguir esto implica, como digo, una práctica contínua, repeticiones y más repeticiones, y cuando el cuerpo tienda a detenerse, olvidarnos de él y seguir practicando. Solo así conseguiremos que la parte más profunda de nuestro cerebro, el cerebelo, actúe sin las trabas del raciocinio que le pueda imponer el cerebro consciente. Solo así los brazos, piernas, y resto del cuerpo se moverán y actuarán como deben (saben) hacerlo. No es facil llegar a ser un buen budoka, el camino es largo y duro y conseguir la máxima eficiencia depende solo de nuestra voluntad y de trabajo, trabajo muy duro que no todos están dispuestos a acometer.