jueves, 7 de marzo de 2013

Dojos o gimnasios

En España, y debido a nuestros rasgos culturales que se diferencian en gran medida de los japoneses, es con frecuencia dificil para los practicantes de un arte marcial, diferenciar adecuadamente entre lo que es un Dojo, y lo que es un gimnasio.  Hace tiempo comenté ese tema, que es muy importante, sobre todo para diferenciar entre los que prentenden practicar un Budo, de los que simplemente se conforman con llevar a cabo una actividad física, con algunas connotaciones mentales, y que requieren ciertas capacidades técnicas.

En una interesante conversación que tuve con sensei Sergio Hernandez Beltrán, con motivo del I Seminario Andalúz de Toyama Ryu, hace un par de semanas,  éste me comentó que por desgracia muchos son los que prentenden practicar un Budo, pero acaban haciendo realmente "sport budo".  Suele suceder cuando no se tienen en cuenta las implicaciones culturales que rodean (quizás más antes que ahora) en Japón  a los seguidores de cualquier arte marcial.  La exportación de estas actividades al resto del mundo no siempre ha sido completa. Es decir, existen connotaciones que si bien son obvias, de "perogrullo" diría yo, para un japonés, no lo son tanto, o no existen en absoluto para los practicantes occidentales. 

El practicante occidental, y en concreto el español, suele ser bastante individualista. Ese individualismo le lleva a alejarse del sentimiento de pertenencia a un clan (hecho por otro lado típico de la época clásica de los samurais), y con ello el sentimiento de respeto al mismo, al cabeza del clan y al resto de miembros, que les hacían defender, como una piña, los intereses del grupo ante cualquier amenaza. El sentimiento de honor, de disciplina, de respeto, de estamento, de posición social dentro del grupo, eran conocimiento común para cada uno de ellos. Sabían lo que se esperaba de su comportamiento, y por tanto lo que tenían que hacer.

En nuestros Dojos, por desgracia, cada practicante suele pensar exclusivamente en uno mismo, en sus intereses, en el cultivo de su ego,  y puede sentirse tentado a utilizar a los demás para reafirmarse como persona dentro del grupo, pero no para potenciar el crecimiento del grupo, el respeto al maestro o instructor,  y el aprendizaje real del compañero.  Es decir,  no se entiende el Dojo como "el lugar donde se aprende la Vía"  sino como un gimnasio, donde se realiza una actividad física con connotaciones marciales (jutsu) que beneficia sobre todo (cuando no exclusivamente) al mismo practicante.

Esto implica un cambio profundo en la aproximación al arte marcial, al desvirtuar los aspectos relacionales del individuo con el maestro y con el resto de compañeros, y sobre todo destruye la posibilidad de practicar realmente un Budo, quedando limitado, en el mejor de los casos, a la práctica de un "sport Budo" como decía sensei Hernández,  o el sueño de ser unos "petit Musashi" como decía, creo que en un sentido similar, sensei Christian Tissier no hace muchos años, en el último curso que impartió en Málaga.

El Dojo, como lugar de entrenamiento de un Budo, y no como gimnasio o lugar de practica física (deportiva o marcial) implica algunas cosas más que éste último: implica respeto especial hacia las enseñanzas que se reciben del maestro,  aceptación de la colaboración en el sostenimiento del Dojo (posiblemente lo que en el Japón tradicional sería el Ryu) sea con el esfuerzo físico (labores de mantenimiento, limpieza, etc) o con el apoyo económico.  Aquí se confunde "la cuota" con el apoyo económico, en una interpretación ramplona, interesada, egoista e individualista de lo que significa realmente entrenar en un Dojo. 

No es por maldad. Es por un profundo desconocimiento de las otras realidades que impregnan el aprendizaje de un Budo en Japón. Y también por culpa de la cultura occidental, y en concreto de nuestros rasgos culturales españoles. Que no son mejores ni peores que los japoneses, sino distintos.   Eso sí, si queremos practicar un arte marcial japonés, ya deberíamos todos irnos poniendo las pilas para entender esas diferencias, y reflexionar si asumimos los valores culturales y morales originales y genuinos que rodean por arriba y abajo nuestro querido Iaido,  o por el contrario nos es más cómodo (y nos conformamos con ello)  limitarnos a practicar "sport budo", o algo que externamente se parece al Iaido, pero que quedará desprovisto de la esencia moral y espiritual que debe acompañar a todo Budo.

Recordad.  Un Dojo no es un gimnasio, nunca lo ha sido y nunca lo será, a pesar que desde pequeños nos hayan enseñado a considerar equivalentes ambos términos, y que nuestra falta de cultura oriental haya reforzado más tarde esa idea. Si no respetamos al maestro y las enseñanzas que nos intenta transmitir más allá de las meras técnicas, si no nos comprometemos con el Ryu y tomamos o dejamos la práctica marcial cuando nos viene bien,  ¿qué estamos haciendo? ¿qué queremos aprender? ¿cómo pretendemos mejorar como personas?