En España, y debido a nuestros rasgos culturales que se diferencian en gran medida de los japoneses, es con frecuencia dificil para los practicantes de un arte marcial, diferenciar adecuadamente entre lo que es un Dojo, y lo que es un gimnasio. Hace tiempo comenté ese tema, que es muy importante, sobre todo para diferenciar entre los que prentenden practicar un Budo, de los que simplemente se conforman con llevar a cabo una actividad física, con algunas connotaciones mentales, y que requieren ciertas capacidades técnicas.
En una interesante conversación que tuve con sensei Sergio Hernandez Beltrán, con motivo del I Seminario Andalúz de Toyama Ryu, hace un par de semanas, éste me comentó que por desgracia muchos son los que prentenden practicar un Budo, pero acaban haciendo realmente "sport budo". Suele suceder cuando no se tienen en cuenta las implicaciones culturales que rodean (quizás más antes que ahora) en Japón a los seguidores de cualquier arte marcial. La exportación de estas actividades al resto del mundo no siempre ha sido completa. Es decir, existen connotaciones que si bien son obvias, de "perogrullo" diría yo, para un japonés, no lo son tanto, o no existen en absoluto para los practicantes occidentales.
El practicante occidental, y en concreto el español, suele ser bastante individualista. Ese individualismo le lleva a alejarse del sentimiento de pertenencia a un clan (hecho por otro lado típico de la época clásica de los samurais), y con ello el sentimiento de respeto al mismo, al cabeza del clan y al resto de miembros, que les hacían defender, como una piña, los intereses del grupo ante cualquier amenaza. El sentimiento de honor, de disciplina, de respeto, de estamento, de posición social dentro del grupo, eran conocimiento común para cada uno de ellos. Sabían lo que se esperaba de su comportamiento, y por tanto lo que tenían que hacer.
En nuestros Dojos, por desgracia, cada practicante suele pensar exclusivamente en uno mismo, en sus intereses, en el cultivo de su ego, y puede sentirse tentado a utilizar a los demás para reafirmarse como persona dentro del grupo, pero no para potenciar el crecimiento del grupo, el respeto al maestro o instructor, y el aprendizaje real del compañero. Es decir, no se entiende el Dojo como "el lugar donde se aprende la Vía" sino como un gimnasio, donde se realiza una actividad física con connotaciones marciales (jutsu) que beneficia sobre todo (cuando no exclusivamente) al mismo practicante.
Esto implica un cambio profundo en la aproximación al arte marcial, al desvirtuar los aspectos relacionales del individuo con el maestro y con el resto de compañeros, y sobre todo destruye la posibilidad de practicar realmente un Budo, quedando limitado, en el mejor de los casos, a la práctica de un "sport Budo" como decía sensei Hernández, o el sueño de ser unos "petit Musashi" como decía, creo que en un sentido similar, sensei Christian Tissier no hace muchos años, en el último curso que impartió en Málaga.
El Dojo, como lugar de entrenamiento de un Budo, y no como gimnasio o lugar de practica física (deportiva o marcial) implica algunas cosas más que éste último: implica respeto especial hacia las enseñanzas que se reciben del maestro, aceptación de la colaboración en el sostenimiento del Dojo (posiblemente lo que en el Japón tradicional sería el Ryu) sea con el esfuerzo físico (labores de mantenimiento, limpieza, etc) o con el apoyo económico. Aquí se confunde "la cuota" con el apoyo económico, en una interpretación ramplona, interesada, egoista e individualista de lo que significa realmente entrenar en un Dojo.
No es por maldad. Es por un profundo desconocimiento de las otras realidades que impregnan el aprendizaje de un Budo en Japón. Y también por culpa de la cultura occidental, y en concreto de nuestros rasgos culturales españoles. Que no son mejores ni peores que los japoneses, sino distintos. Eso sí, si queremos practicar un arte marcial japonés, ya deberíamos todos irnos poniendo las pilas para entender esas diferencias, y reflexionar si asumimos los valores culturales y morales originales y genuinos que rodean por arriba y abajo nuestro querido Iaido, o por el contrario nos es más cómodo (y nos conformamos con ello) limitarnos a practicar "sport budo", o algo que externamente se parece al Iaido, pero que quedará desprovisto de la esencia moral y espiritual que debe acompañar a todo Budo.
Recordad. Un Dojo no es un gimnasio, nunca lo ha sido y nunca lo será, a pesar que desde pequeños nos hayan enseñado a considerar equivalentes ambos términos, y que nuestra falta de cultura oriental haya reforzado más tarde esa idea. Si no respetamos al maestro y las enseñanzas que nos intenta transmitir más allá de las meras técnicas, si no nos comprometemos con el Ryu y tomamos o dejamos la práctica marcial cuando nos viene bien, ¿qué estamos haciendo? ¿qué queremos aprender? ¿cómo pretendemos mejorar como personas?
Una publicación muy descriptiva y una visión muy clara para los que podemos perder la perspectiva de qué es un dojo y cual es la realidad en las artes marciales más allá de su práctica más obvia.
ResponderEliminarImagino que para el practicante occidental es difícil dejar a un lado, aunque sólo sea por un rato, el ajetreo diario. Normal, uno es uno y sus circunstancias. Entonces, ir al dojo se puede convertir en una rutina más o en una costumbre, y, por tanto, empieza a diluirse el sentido y el fin mismo de lo que se está haciendo. Así, cosas sencillas como que haya un sentimiento de unidad entre compañeros o el respeto debido al maestro (que tiene más que ver con la actitud y las palabras y menos con que te puedas reir con un comentario gracioso durante la práctica), empiezan a perderse y todo se vuelve (a falta de un adjetivo mejor) raro. Si ésto, que es fundamental en cualquier tipo de relación o empresa, se nos escapa, mucho más lo harán cosas más profundas, o ajenas, o que requieren más esfuerzo.
Supongo que, teóricamente, el practicante de artes marciales, por la naturaleza de las mismas, lo tiene más fácil a la hora de aceptar errores y de subsanar estos pequeños malentendidos. El gran problema es que, si he entendido bien el concepto de "sport budo", se puede carecer de esa capacidad, o se puede engañar uno mismo, o puede no importarle lo más mínimo. Con lo cual, no parece haber solución. No al menos una sencilla.
Pocas cosas son sencillas, en cualquier caso, y cada cual hará lo que deba, que sus razones tendrá y serán absolutas. Lo que no es excusable es olvidar que cuando formas parte de un grupo, y esas razones y elecciones entran en conflicto con otras personas, hay que respetar a sus miembros, los compañeros. Cada uno debe elegir sus razones y nadie más debería pagar por ellas. Una llamada, un aviso a tiempo (y con tiempo)... un par de cosas que se me antojan sencillas. Cumplir con tu palabra o guardarse una excusa es más difícil pero es lo mínimo que debes hacer si te comprometes a hacer una actividad grupal. Y más si es en un dojo.
Al final no importa si lo que se quiere hacer es budo, sport budo, pilates o clases de cocina ucraniana. Es una simple cuestión de respeto.
Bueno, es mi humilde opinión, tan debatible como es. Yo, por mi parte, seguiré replanteándome si hago bien lo que hago y si son correctos lo motivos. No sé si eso es parte del espíritu de Budo, pero quiero creer que es más una virtud que un defecto.
(No hace falta que publiques nada de ésto, sólo quería expresarme un poco).
Yojo ichimonji!
ResponderEliminarAbsolutamente soberbio este maravilloso artículo, una cadena de verdades que cortan afiladamente y que apuntan más lejos aún que al Dojo!
yoko ichimonji!
Certero y con ritmo!
Me ha palpitado el corazón!
Estimado Sensei