Me decido a escribir esta entrada, tras 40 años de práctica en artes marciales muy variadas (a quien quiera saber más, le dirijo al curriculum que hay en este Blog), y de recibir, dar clases, y compartir muchas horas de esfuerzo con otras personas.
Hace ya bastantes años, cuando a través de películas y series de televisión se nos hacía ver que los practicantes de artes marciales tenían un caracter "especial", y que cada arte marcial dejaba impreso un "sello" en la personalidad del individuo, al empezar la práctica de Karate comencé sin proponérmelo a recoger información en mi "disco duro". Información desordenada, aleatoria (no se ha tratado en ningún momento, de un proyecto "científico" con seguimiento de todas sus fases) y no siempre ajena a mi "Yo" subjetivo. Pero información, al fin y al cabo. Esa información, con el tiempo ha demostrado seguir una tendencia bastante clara.
Poco a poco, he tenido ocasión de practicar con algunos maestros buenos, con otros buenísimos, y otros que se llaman a sí mismos "maestros" pero que -ellos lo saben- ni en sus mejores sueños merecen tal calificativo. Como diría un castizo, "hay un variopinto pelaje en este mundillo".
Me he encontrado con profesores (me resisto a llamarles "maestros") que después de seguir durante un tiempo un camino claro y bien trazado, se han dejado encantar "por el reverso tenebroso de la Fuerza", o simplemente se han desviado y perdido. Muchos se han perdido en la búsqueda del reconocimiento a cualquier precio, aunque para ello debieran menospreciar y ningunear a sus "compañeros de armas". Para aquellos, la medalla y la vanagloria recompensaban siquiera fugazmente sus complejos, cuando no su maldad.
Otros, al contrario, han ido creciendo. Se han superado día a día, y se han vuelto más humanos y desprendidos, sirviendo a los demás (recordad, Samurai es "el que sirve" con lealtad, valor y honor a otro) y mostrando la cara más amable de la práctica del Budo... de "cada" Budo.
Practicantes, al igual que instructores, profesores y maestros, los hay de diverso pelaje. Hay quienes piensan que esto de aprender un arte marcial es "aprender rápido a dar patadas, puñetazos, hacer luxaciones o atacar a alguien con un arma". Claro está, suelen durar poco (por fortuna) en los dojos. Cuando el trabajo monótono, repetitivo, y el sudor, hastiante a veces, les hace sentir que "pierden el tiempo", o "no consiguen el cinto" en el plazo que se habían propuesto, lo dejan. Mejor para ellos. Y para "su" arte marcial.
He visto crecer a compañeros por los que al inicio de la práctica nadie "daba ni un duro", y se han convertido en budokas de pies a cabeza. Por desgracia, he visto muchos más que han arrancado fuerte y se han ido desinchando como un globo de feria. Y el tercer tipo, los que con la práctica han ido incrementando su ego, han empezado a mirar a los demás por encima del hombro, y han instalado su trono allá encima de las nubes, a la derecha de Dios, a base de ganar competiciones y obtener reconocimientos oficiales. Hay un cuarto tipo, pero derivado del anterior. Lo conforman aquellos que si no logran "el ascenso" por méritos propios (entiéndase, por méritos de su técnica y forma física), se dedican a especular, intrigar, difamar, adular, y hacer todo lo preciso para alcanzar la misma meta que los del grupo tercero.
He visto pasar alumnos que se han convertido en mis amigos y me han dado su apoyo y leal consejo cuando me ha sido preciso, al igual que maestros que han dejado de ser merecedores -para mí- de aquel calificativo.
En definitiva, y a lo que vienen estas reflexiones, es -tal como comenté el año pasado en un curso de Toyama Ryu que mi maestro y amigo Sergio Hernández Beltrán impartió en Cerro Muriano (Córdoba)- a rebatir por desgracia la afirmación tan extendida y manida de que las artes marciales mejoran la personalidad, el caracter del individuo. Nada más ajeno a la verdad. No se trata de que un arte marcial sea mejor que otro, o de que desarrolle mejores cualidades personales y espirituales en el individuo. Tampoco, que dicho acrecentamiento espiritual sea imposible... Aclarémoslo antes de que me tiren piedras. El fondo del asunto, el "truco" está en que el practicante marcial, sea maestro, sea "cinturón blanco" quiera mejorar. Para esas personas, su arte marcial se convertirá en un medio de introspección, reflexión y crecimiento. Pero, como le dije a Sergio, "por desgracia, y en general, el que nace burro, se muere burro".
Hay honrosas excepciones. Aquellos que se acercan a la práctica del Budo con el DESEO FIRME, con la VOLUNTAD de a través de la práctica "cortar su ego" y convertirse en una persona más útil a los demás, y en armonía consigo misma. Haberlos, los hay, como las meigas. Y conozco algunos casos, que conste.
Pero que nadie crea que por apuntarse a un dojo, aunque sea el de moda, para practicar tal o cual arte marcial, (que también esté de moda) o por ser un maestro querido por tal o cual Federación, amparado por un Dan (el que sea), va automáticamente a desarrollar las cualidades de un verdadero budoka.
Por tanto, quien no quiera romper su ego, quien no quiera esforzarse en la práctica diaria, quien no quiera entregar su vida por los demás (metafóricamente o literalmente hablando), quien no quiera aprender a disfrutar de cada día, de cada pequeña cosa que hace, quien no quiera actuar rectamente, con lealtad, honor y valor (las 3 principales cualidades requeridas a un samurai)... mejor que dedique su tiempo, dinero y esfuerzo a otra cosa. Y que no se crea lo que la mejor película o serie de TV sobre la materia, le quiera contar.
El camino es demasiado largo y estrecho, y a veces no tenemos suficiente tiempo para recorrerlo. No lo perdamos innecesariamente.
Hola muy buenas,
ResponderEliminarVivo en Granada desde hace un par de años he estado buscado clases de iaido y kendo, pero no encuentro nada concreto a ver si me podeís ayudar estoy interesado sobre todo en el Iaido pero no me importaría aprender kendo.
Muchas gracias y un saludo.