Durante el periodo de guerra entre clanes, Sengoju Jidai, el budo japonés alcanzó su cima, cuando cada dominio feudal ejerció influencia en determinados territorios del archipiélago. Después del Shogunato Tokugawa (1615), el imperio alcanzó la paz y los samurais se adaptaron a los nuevos roles que les tocaron vivir, tales como el estudio de habilidades y artes no guerreras, ceremonia del té, caligrafía, poesía, juegos estratégicos (Go), al tiempo que se incrementaron las necesidades de la Administración y política (Bakufu). Con la gran disminución de la necesidad de guerreros, muchos de ellos se vieron obligados a enseñar sus habilidades marciales a otros de fuera de sus escuelas o Ryu, de otras clases sociales, para poder subsistir. Cada vez había menos tiempo para alcanzar la excelencia en todos los campos del entrenamiento guerrero. Esto afectó al curriculum de las escuelas originales, que tuvieron que reducir sus enseñanzas en fracciones más pequeñas de técnicas (Jutsu), más fáciles así de aprender a los estudiantes, que como digo tenían menos tiempo disponible para aprender artes marciales. Estas técnicas, incluyendo los dos artes de la espada (Kenjutsu e Iaido) poco a poco fueron alcanzado especificidad propia, atrayendo a seguidores que podían o no dedicarse asimismo a aprender otras técnicas. Hacia el final del periodo Edo, los militares eran tan poco influyentes, y el budo había perdido tanta influencia, que la nación no pudo hacer frente de forma decisiva a la repentina aparición de Occidente, en la persona del comodoro Matthew Perry y su flota naval.
Tras la restauración Meiji (1868), cuando desapareció el Shogunato y el Emperador recuperó el poder, los samurais perdieron su estatus y su derecho a portar armas. Las artes marciales fueron poco a poco borradas de la sociedad nipona, y los que propugnaban la enseñanza de los Jutsu se vieron forzados a cambiar su planteamiento básico de técnicas guerreras para que pudieran seguir vivas, y tener algo con lo que subsistir. Regresando a sus principios budistas, el Jutsu vivió un momento de refinamiento y simplificación bajo la forma de Katas, con los que el practicante podía buscar su mejora personal, introspección, y quizá su iluminación (Satori). Este proceso no añadió nada a los Jutsu que no tuvieran ya antes, sino que simplemente enfatizaron el aspecto interno u oculto (ura) de los mismos, en contraposición al aspecto externo o abierto (omote). Aunque los Jutsu no desaparecieron, se vieron transformados en Vías (Do), y de esa forma han crecido a lo largo del pasado siglo y en este, convirtiéndose en las Artes que practicamos actualmente. Son herencia directa de las técnicas que nacieron de los esfuerzos de cientos de samurais que dieron su vida para hacerlas crecer como las conocemos. (Tomado y traducido del libro "Iaido Sword. Kamimoto-Ha. Techniques of Muso Shinden Ryu", Ed. Paladin Press).
No hay comentarios:
Publicar un comentario