En ocasiones (más de las que uno piensa) los nuevos practicantes de un arte marcial se refieren a los lugares donde realizan sus prácticas y aprendizaje como "gimnasios". Nada más ajeno a la realidad.
La diferencia entre Dojo y gimnasio es tan grande como el día y la noche. Un gimnasio es un lugar donde se ejercita el cuerpo, se realizan movimientos corporales que implican el desarrollo muscular, la elasticidad, y requieren normalmente un esfuerzo físico. Los hay de todo tipo, pero en todos generalmente se pone el acento en la realización de un trabajo meramente físico, en ocasiones sin la supervisión directa y constante de un instructor, y en otras con dicha supervisión, pero sin buscar metas más allá de los beneficios físicos (aunque también mentales, no se puede negar) de la práctica.
Un Dojo es, por definición, el lugar donde se aprende la Vía (Do, en Japonés) sea cual sea ésta, y por lo tanto está (o debe estar) íntimamente ligada al espíritu del Budo. La primera diferencia es el respeto y la etiqueta. Respeto hacia el maestro, instructor o Sensei, como se le quiera llamar (no obstante, no es la misma cosa), y etiqueta / cortesía hacia el lugar de la práctica y hacia los demás practicantes. El respeto al lugar es vital, porque es donde se aprenden valores que van más allá del mero entrenamiento. Implica cuidar el entorno y mostrar una etiqueta correcta hacia el tatami y dentro de él hacia la zona principal (Shomen) que representa al maestro creador del Do, o a sus sucesores más representativos.
El respeto al maestro es también otra fuente de diferencia entre el Dojo y los gimnasios. Quien dirige nuestro aprendizaje es aquél que ha dedicado parte de su vida a desarrollarse para que otros puedan servirse de sus enseñanzas, y se esfuerza por inculcar las bases no sólo físicas sino espirituales de su disciplina. El maestro, una vez aceptados en el Dojo, será nuestro guía para que con una práctica continuada podamos crecer como budokas y como personas. Él aprende de y con sus alumnos, de forma parecida a cómo sus alumnos aprenden de él. De ese intercambio, todos salimos ganando pues no solo crecemos en nuestras relaciones personales, sino que también vamos desarrollándonos física y mentalmente.
No existen milagros ni atajos en el aprendizaje del Budo. El trabajo serio, constante, comprometido con uno mismo y con su maestro, es la mejor forma de crecer como budoka. Y he dicho lo anterior con plena conciencia de su significado. A diferencia de un gimnasio donde uno puede elegir ir o no ir, faltar una temporada sin dar demasiadas explicaciones, en el Dojo las cosas cambian. La sutil relación que se forma entre quien dirige y enseña al grupo, y los miembros del mismo, requieren, al menos por cortesía hacia los demás, de un compromiso fuerte, de no interferir con conductas inadecuadas al desarrollo normal del entrenamiento, y en caso de no poder entrenar regularmente exponer las circunstancias al instructor.
En cuántas ocasiones se ha podido "sufrir" en los Dojos con actitudes incorrectas de algunos practicantes, con desapariciones temporales sin más explicación, con abandono de los entrenamientos sin siquiera despedirse ni mostrar la más mínima gratitud con las enseñanzas recibidas, o presionando al maestro para efectuar una prueba de pase de grado antes de tiempo... En una sociedad cada vez más mercantilizada, se puede tener la tentación de creer que el pago de una cuota mensual legitima a actuar como se quiera. Evidentemente, el que hace eso es que aún no ha entendido nada de lo más importante que pueda transmitirse en las clases, y una de esas cosas es el RESPETO. Y quien no respeta a los demás, sea éste instructor o un mero principiante, dificilmente puede respetarse a sí mismo, ni tener el valor de cuestionarse ciertas cosas sobre uno mismo. Convendría reflexionar sobre esto, y luego volver a repensar las actitudes que se deben mostrar en un Dojo, e igualmente, tratar de no confundir este último con un gimnasio.
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