En Iaido, donde no existe competición cara a cara entre dos practicantes como en Judo, Karate, Kendo, etc., los katas son la única forma de expresión, de manifestación visual de la técnica y del espíritu. Cada kata representa una situación particular, una dramatización de una situación que debe ser desarrollada con la adecuada concentración y profundidad por parte del practicante. En cuanto a las técnicas en él contenidas, una vez aprehendidas y asimiladas, hace falta "olvidarse" de ellas, quedando el desarrollo de la forma como una actuación por instinto del cuerpo; así el kata se convierte en una "meditación", una suerte de Zen en movimiento.
En consecuencia, los katas deben ser realizados con concentración, precisión y realismo, y en su experiencia podemos encontrar, más que fórmulas o trucos, un arte del comportamiento adaptado a las circunstancias, que quizá nos permita superar las dificultades y atravesar los obstáculos en nuestra vida diaria.
Por ello, si el kata no es comprendido y asimilado adecuadamente, y si se ejecuta simplemente como si de una representación "teatral" se tratara, aunque se desarrolle con una técnica correcta no deja de ser un espectáculo decepcionante para quienes lo contemplen.
Puede que algunos se acerquen a esta disciplina atraidos por hazañas de espadachines de película que vencen a múltiples agresores y al final enváinan su espada y vuelven a sus quehaceres. Son "pequeños Mushashi" en terminología de sensei Tissier, que se creen a sí mismos héroes capaces de vencer a quien se ponga por delante. Quien se acerque a un Dojo con esa idea, más vale que salga pronto de su error, o que se dedique a otra cosa.
Si en cambio se acepta el entrenamiento con corage, convicción, perseverancia, humildad, sin espíritu de "beneficio"(sin la búsqueda de honores, grados y recompensas), respetando la etiqueta y respetando lo que les enseñan sus senseis (los "mayores" o lo que han empezado antes que ellos y por eso tienen algo que transmitirles) con el tiempo se conseguirá un nivel superior al de esos "héroes" que a veces han podido ver en pantallas de cine.
Lo primero que se debe saber al iniciar el entrenamiento (y recordar si ya se lleva algún tiempo haciéndolo) es que junto con las molestias, dolores, a veces dureza del mismo, se deben vencer cuatro de los mayores enemigos de este Do: Kyo, la sorpresa, Ku, el miedo, Ghi, las dudas, y Waku, la indecisión. No dejarse sorprender, no tener miedo a nada, no dudar y no mostrarse indecisos, es vital en las artes marciales, y muy importante en la vida diaria.
Una vez vencidos esos cuatro peligros, se deberá perseverar en adquirir cuatro virtudes muy importantes, que conformarán poco a poco el caracter y el espíritu del iaidoka:
REI: la etiqueta, a veces traducida por "cortesía", el arte de comportarse de la mejor forma posible con los demás, y que no se limita a la actitud que se muestre en el Dojo, con el maestro o con los compañeros. Más allá del Dojo, que es el "lugar donde se se estudia la Vía" y no una simple sala de entrenamiento, se halla el resto de nuestras vidas, el resto del mundo; en él hay que encontrar el sitio que nos corresponde, de forma armoniosa.
CHOKU: la fuerza, la energía del cuerpo y del espíritu en comunión, que permiten plantar cara a las dificultades de la vida, del tipo que sean, estudiar, buscar trabajo, perderlo, perder a un familiar..., se trata de la fuerza de espíritu unida a la mental, y ambas unidas a la energía del KI.
SEI: el dominio de sí mismo, firmeza, serenidad, calma y equilibrio. Unido al estudio del ZEN, forma la parte más claramente "interna" del entrenamiento.
Y finalmente, SOKU: la velocidad, la rapidez de comprensión y valoración de la situación, la vigilancia siempre presente, la capacidad por tanto de reaccionar de forma instantánea a cualquier acontecimiento de la mejor forma posible. Está muy ligada al espíritu ZANSHIN.
El estudio de la técnica, los Suburis o repeticiones contínuas de la misma, la progresión en el aprendizaje, la "piedra de toque" de los exámenes, y en definitiva la práctica contínua y sincera, serán el soporte gracias al que se adquirirá el instinto, la claridad de mente, la unión de cuerpo y espíritu, y finalmente la verdadera LIBERTAD de este arte marcial, que iluminará nuestras vidas. En ese momento (unos llegan a él, otros se quedan en el camino) las técnicas nos parecerán sencillas, naturales, la victoria igual que la derrota, los maestros dignos de todo nuestro respeto, respeto que también ganaremos hacia nosotros mismos. Pero solo respeto. El ego hay que dejarlo de lado y encontrar en la práctica el espíritu que llevar a nuestra vida diaria, una vida que deberá liberarse del apego a lo material, a lo mundano, a nuestro propio Yo corporal, trascendiendo de nostros mismos y tomando conciencia de nuestra realidad, distinta a nuestro cuerpo. En ese estado FUDOSHIN, alcanzaremos el espíritu inmutable, y aún perseverando más, si los años y la salud nos lo permiten, llegaremos a alcanzar el estado de TATSU-JIN, el hombre completo, el hombre en unión con el KI universal, que ya no ve en el adversario a un enemigo, porque también él forma parte del universo.
Entonces, no serán necesarias armas, ni sable, ni maestro...
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