Existe una diferencia fundamental entre la práctica de las artes marciales en Japón, y en occidente (léase, España) de la que me he percatado durante mis más de 30 años de práctica de estas disciplinas, recorriendo diversos Dojos, generalmente como alumno, y recientemente como instructor. No se trata de que "allí" la ejecución técnica sea mejor, o de que existan "secretos" que no se transmitan por los maestros y sí en cambio en occidente. El problema es más profundo y atañe a las diferencias culturales nipona y occidental. Aunque Japón ha evolucionado a un ritmo sin igual, la forma de comportarse (sobre todo, en las generaciones anteriores a los años 70) aún conserva aspectos tradicionales como es el RESPETO a los mayores, y en el campo que nos ocupa, a los instructores, maestros o Sensei.
No se trata confundir respeto con "veneración", pero sí de un "saber estar" en el lugar que a cada uno corresponde.
En occidente tenemos demasiada propensión a considerar al instructor como a un "igual", o un "colega", porque generalmente no se sabe distinguir el rol de alumno del rol de amigo. Puede suceder (de hecho, sucede) que después de un entrenamiento el instructor marcial tome un rato de esparcimiento con sus alumnos, y si ellos no comprenden lo que es "dentro" y lo que es "fuera" del Dojo, no es de extrañar que se mezclen conductas de ambos roles, o que se desplace, sin dudarlo y creyéndose con toda la razón del mundo, el de alumno por el de "amigo de toda la vida".
Creo que esto es un error. El instructor nos guía en nuestra práctica marcial, y dentro del Dojo nuestra actitud hacia él debe ser de atención y respeto a sus explicaciones. Los cuestionamientos sobre la efectividad de las técnicas, la ejecución de técnicas de forma distinta a la explicada en clase "porque lo ví en otro sitio" o "porque me lo contaron de otra forma" no hacen sino despreciar las enseñanzas que se están esforzando en transmitirnos. Y en definitiva, despreciar a quien las transmite. Lo mismo sucede con el cuestionamiento de sus decisiones.
El cuestionamiento del maestro o instructor no es bueno ni para el que lo hace (muestra desconfianza hacia su maestro), ni para el instructor (se podría sentir ninguneado), ni para los nuevos alumnos (que pueden sentirse tentados a simular dicho comportamiento). Los instructores no son seres extraordinarios, semi-divinos, e infalibles. Todos tienen sus debilidades, sus días buenos y no tan buenos tanto en la pedagogía teórica como en la enseñanza práctica, sus problemas familiares que se intentan dejar fuera del tatami, con mayor o menor éxito, pero no por ello debemos perder de vista que en el Dojo existe una jerarquía, y a ella nos debemos nos guste más o menos. La aceptación de esa jerarquía forma parte del aprendizaje. La modestia y la cortesía deben imperar en las relaciones alumno-maestro; el orgullo, la envidia y la mala educación no son bien venidos en la práctica de cualquier arte marcial, ni en el espíritu que debe regir dichas relaciones. Quien no entienda esto, dificilmente progresará en cualquier disciplina, ya no sólo marcial, sino de cualquier campo del saber en que se adentre.
Y en este aspecto, SÍ hay una diferencia abismal entre cómo se entienden las artes marciales en Japón, y en algunos países de occidente.
Creo que conviene reflexionar sobre estas cuestiones, por la incidencia que tiene en nuestra formación como budokas, por la preocupante extensión que se está dando en nuestra sociedad (y que se comenta entre instructores marciales), y sobre todo, por la relevancia que debe tener para nosotros, como personas que aspiramos a merecer tal calificativo, e incluyo a TODOS los practicantes de un arte marcial que algún día podrían llegar a ser maestros...
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