lunes, 14 de diciembre de 2009

"El arte verdadero no tiene meta ni intención. Cuanto más obstinadamente perseveréis en querer soltar la flecha para alcanzar un objetivo seguro, menos lo lograréis y más se alejará de vosotros" Anzawa Heigiro, maestro de Kyudo.

Los orientales dicen que un meditante muere dos veces al día: la práctica del Budo nos enseña a morir cada día, pero obviamente no "morir" en el sentido literal, sino en el metafórico: se muere a un deseo, a una vanidad, a las defectuosas ilusiones que en muchas ocasiones nos hacen confundir lo virtual o imaginario, con lo real. Por eso, el Iai tiene un significado que trasciende lo puramente físico. Es, literalmente, estar centrados en el presente, vivir el momento actual como si del último instante se tratase.

El cambio de vestimenta en el Dojo tiene un simbolismo: quitarnos todo lo que traemos de fuera, y me refiero a las preocupaciones, al cansancio, las rivalidades, el stress, los pensamientos negativos, y colocarnos una prenda límpia, distintiva, que nos ayudará a "cambiar el escenario de nuestra conciencia y de nuestra acción". Realmente es como un bautismo cada vez que acudimos al Dojo para entrenar. En algunas religiones se introduce el cuerpo del adepto en agua para purificarle y darle la entrada a una nueva vida; en el caso del budoka, esa "inmersión" es el cambio de vestimenta, es un rito que va más allá de ajustarse una chaqueta y un pantalón, y atarse un cinturón. El aspecto externo de ese acto cotidiano no tiene realmente importancia. Lo importante está detrás del gesto: lo que busca en cada uno de nosotros al realizarlo, como paso previo a pisar el tatami. Eso sí es importante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario