martes, 29 de enero de 2019

INSTRUCTORES Y MAESTROS

En alguna ocasión he planteado la diferencia entre los que instruyen en la práctica de cualquier arte marcial y los que enseñan el Do de un arte marcial.  Para lo primero es preciso adquirir una serie de conocimientos técnicos apropiados a la disciplina de que se trate, y desarrollar ciertas cualidades físicas, motrices y neurológicas, que permitan transmitir al aprendiz una serie de códigos de movimientos, procesos estímulo-respuesta, sentido del equilibrio y correcta posición corporal, por ejemplo.

Sin embargo, para lo segundo, para poder ser considerado como "maestro", hay que ir bastante más allá. No se trata tan solo de conocer la técnica, sino de haber desarrollado lo suficiente el espíritu, como para ser capaz de transmitir ciertas cualidades, a veces claras y otras más sutiles, a los practicantes. Para ser "maestro" conviene desprenderse, lo primero, del EGO. y ahí hallamos generalmente la primera dificultad. En otro artículo ya dije que quien practica un arte marcial no tiene por qué, de forma automática, desarrollar un espíritu elevado, desprendido y bondadoso; quien nace con una condición suele morir con ella más potenciada aún, a no ser que "se lo curre" con perseverancia y paciencia.  La práctica de un arte marcial no hace mejor a una persona, a no ser que tenga la base y la disposición para llegar a serlo, y no se "quiera" demasiado a sí mismo.

Si miramos a nuestro alrededor, en cualquier disciplina marcial (y el IAIDO por desgracia no es una excepción) encontramos numerosos "senseis" que según van avanzando en sus años de práctica, van añadiendo "entorchados" a su pecho, a su libreta de "danes" y se van "endiosando" hasta considerar a los demás casi como seres "inferiores".  Para que un "maestro" o "sensei" merezca tal calificativo, debe ser capaz de huir del halago, de las lisonjas, de creerse en posesión de la verdad. Debe saber empatizar con sus alumnos, estar a su nivel y participar de sus preocupaciones. No se trata de "vivir la vida de otros", sino de ser capaz de alegrarse con sus alegrías y entristecerse con sus penas, se trata de nunca utilizar su posición de preeminencia para poner palos en las ruedas de aquellos practicantes que piensen de una forma distinta, y menos aún de utilizar su "Dan" para vengarse, ningunear, o denigrar a aquellos practicantes que hayan cometido algún error o desliz en su relación personal o marcial.

Los que utilizan esta posición de preeminencia y poder para destruir (y hay muchas formas de hacerlo) a quien ha errado, tan solo demuestra, aparte de su incapacidad de perdonar,  y su bajeza moral, un total desconocimiento de lo que es el DO, y que no está a mucho más nivel que cualquier mortal que se pueda cruzar por la calle. Evidentemente, por muchos "danes" que tenga firmados en su carnet de grados, no es un maestro.

Como decía al principio, a lo largo de mi práctica marcial he tenido conocimiento, unas veces personalmente, otras por observación, y más aún por relatos, de estos curiosos "maestros". Pululan por la tierra más de lo que nos creemos: son los que te aupan, enseñándote su cara más amable, para luego dejarte caer; los que cuando cometes un error te toman ojeriza y utilizan su posición de superioridad para denigrarte delante del grupo; los que cuando no les estás continuamente lisonjeando o riendo sus ocurrencias, te miran de forma sospechosa murmurando con sus "colegas". En definitiva, son los que te empujan a dejar de practicar ese arte marcial al que te acercaste con ilusión de aprender nuevas técnicas y ganas conocer a un auténtico sensei. En nuestro país existe una jocosa denominación para esos "maestros": la del maestro Ciruela, que no sabía leer y montó una escuela.  Y en este aspecto, podríamos entroncar con otra realidad de nuestro entorno: la de los "maestros" que se inventan un nuevo arte marcial, tomando unas pocas técnicas de aquí y de allá, adornándolas con buen marketing y un nombre atractivo, y llenándo pronto de "danes" las chaquetas... Pero hoy no toca.

Resumiría diciendo que cuidado a quién llamamos "sensei" .No hay tantos como se pueda creer, aunque estén cargados de "danes", y sí en cambio multitud de instructores de variado pelaje.



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